Ctra. de La Espina, 40
33001 Santa Marina de Piedramuelle
Mis abuelos maternos eran los propietarios de la casa que ahora acoge el restaurante, de los cultivos que nos siguen proporcionando verduras y legumbres, y de los pastos que aprovechan los ganados cuyas carnes guisamos en la vieja cocina de carbón.
Si mi madre creció, por lo tanto, en una familia dedicada a las faenas agrícolas, la de mi padre, natural de la misma parroquia, explotaba canteras de arena y piedra. Hombre emprendedor, alegre y hospitalario al que apodaban “El Chato”, abrió este restaurante como un rincón casi privado donde invitar a sus muchos amigos de negocios y de actividades cinegéticas. Por eso, tras atenderlo casi privadamente, mis hermanas y yo terminamos orientando nuestras vidas por la senda de la hostelería profesional con dos guías: Preservar las enseñanzas recibidas de nuestras abuelas y de nuestra madre y utilizar hasta donde fuera posible los ingredientes que mes a mes produce la tierra que laboramos. Dada la variopinta clientela que nos distingue, de peones camineros a premios nobel, creemos que dieron resultado.
María Josefa “Pepita” y Esther, las dos queridas hermanas con quien compartí los afanes diarios de la cocina y de los comensales, la primera perfecta sumiller y encargada de sala, la segunda chef reconocida y aplaudida, ya fueron dejándome sola en esta casa que no cierro por el cariño que recibo de mis clientes y la satisfacción que encuentro guisando para ellos.